Friday, May 13, 2005

La televisión no está en nada .

Roberto Aguilar, la gente llama a la radio para
quejarse de la TV.
Una señora protesta porque los canales no cubren
lo que está ocurriendo en Quito. Otra asegura que
todos los noticieros no hace distinciones son unos
vendidos. Un joven los está viendo y comprende que no
hay cómo creerles nada, se comunica con la radio y grita
su indignación al mundo.

Para eso,para que los inconformes griten su indignación
al mundo, radio La Luna,la del cacerolazo quiteño,
mantiene abiertos sus teléfonos y sus micrófonos durante
todo el día. Y la gente no para de llamar. Muchosvan
personalmente a los estudios, donde Paco Velasco,
el director, recibe a todo el mundo. Están hartos.
No sienten el menor respeto por ningún político,
empezando por Bucaram y su edecán, a quienes detestan.

Están hartos del Gobierno, de la Corte y del Congreso. Y
con igualirritación, están hartos de la TV. De pronto,
alguien telefonea y dice: vamos a los canales para
gritárselo en la cara. Y los participantes del cacerolazo,
que lo escuchan, dicen sí, vamos, vamos a gritárselo
en la cara. Y van al canal que está más cerca.

Es la noche del viernes 15 de abril. Sólo en la avenida
de los Shyris,15.000 forajidos, así los llama el Coronel,
se manifiestan pacífica pero ruidosamente. Grupos de entre
cien y un millar de personas hacen lo propioen Monjas, La
Vicentina, Conocoto, Villa Flora, avenida América, Amazonas,
Cumbayá, Sangolquí Sumando todo eso, más los miles de carros
en caravana por las principales avenidas, más los centenares
que llaman a la radio, resulta una multitud quizá más grande
(por no hablar del impacto en elconjunto de la ciudad) que
la que reunió Bucaram en Guayaquil. Ya vendrá él a decirnos
que a lo suyo fueron quinientos mil, quién le cree.

Por cierto ¿cuántos fueron? Nadie dio cifras, solo
Teleamazonas mostró unas reveladoras tomas de la 9 de Octubre
semivacía. El caso es que, en esa ocasión, seis canales,
incluso Teleamazonas, pasaron ‘en directo’ el acontecimiento
y le dedicaron más de tres horas del día en que murió el Papa.
Hoy, apenas si se conectan en esporádicos flashes informativos
con el cacerolazo.

En la tribuna de la Shyris, una televisión transmite la
telenovela de las nueve, a vista y paciencia de los
manifestantes.
A pocos metros de ahí, el personal de la unidad móvil
de Ecuavisa mira el fútbol por Canal Uno mientras espera
la hora del flash.

Pero el problema no es cuánto cubrieron los canales,
sino cómo. Apenas me voy a referir a los que no lo hicieron.
TC, que la noche del jueves, con 12.000 personas en la calle,
hablaba de decenas de manifestantes (así mintió Sandra Grimaldi)
y luego mostraba tomasde la 10 de Agosto, donde no había nadie
(en ese momento). Y Gamavisión, que la mañana del viernes
despachaba la noticia en su segmento En resumen y se dedicaba
a hablar del tema eléctrico.
Canales vendidos al Coronel en espera de que exculpe a sus
banqueros, o ex banqueros, o lo que sean esos prófugos de
apellido Isaías.

Es una vergüenza. Lo suyo no es periodismo sino mercenarismo.
Como aquí hablamos de periodismo, no cuentan. El problema son
los otros canales, los que no mintieron sobre los cacerolazos
ni los minimizaron(tanto), los que cubrieron el tema y abrieron
con él su edición nocturna(aunque solo el tercer día) pero,
aun así, fueron incapaces de comprender lo que estaba ocurriendo
y de transmitir al país siquiera una idea lejana de la naturaleza
de las protestas. El viernes conversé por teléfono con amigos de
Loja y Cuenca: o bien no tenían idea del asunto, o tenían una
muy distorsionada.

Claro, ¿cómo se iban a enterar? Radio La Luna no llega
a esas ciudades.

Es increíble: ningún canal hizo un reportaje sobre La Luna,
Ninguno Entrevisto a Paco Velasco, sí, pero nadie contó la
historia. La historia de cómo él abrió los teléfonos durante
todo el miércoles, día de paro, para que la gente se expresara
con libertad a través de su señal. Cómo fueron congregándose en
torno a ella miles de ciudadanos decepcionados de sus líderes,
frustrados de ver cómo su paro provincial se convertía en una
tragicomedia de segunda, incrédulos al comprobar que el vencedor
del Cenepa era incapaz de bloquear una ciudad tan fácil de bloquear
(pregúntenle al MPD) como la larga y angosta Quito, con sus
vulnerables vías de conexión con los estratégicos valles. Cómo esa
gente, al caer la tarde, cuando medio Quito estaba oyendo La Luna,
quiso hacer algo para salvar los muebles y empezó a proponer ideas
en la radio. Cómo se impuso, poco a poco, la idea del cacerolazo,
e inmediatamente corrieron los mensajes en la Internet y en los
celulares, mensajes de los que todos los periodistas de la
televisión estaban al tanto.

Porque el fenómeno de comunicación de masas más
espectacular que recuerde el país sucedía ante sus ojos,
pero no se dieron cuenta. Después de todo, son gente de medios,
¿por qué habrían de interesarse en los medios?

Nuestra televisión es como el perro de Pavlov: responde
de manera predecible a estímulos básicos. Si la noticia es
“concentración masiva,entonces instala unas cámaras en las
terrazas y otras en la tarima, y entrevista a las personalidades
principales. Si es una marcha, dispone unidades a lo largo de
la ruta.
Si en la tarima está Bucaram o Nebot o Paco Moncayo, transmite
'vivo’ por espacio de tres horas. Pero si uno de esos ingredientes
falta o se altera, entonces estamos perdidos porque se trata de un
estímulo complejo. Y eso, para nuestra televisión, es chino. En los
cacerolazos,ocurre que no hay ruta ni tarima, ni personalidad que
pueda hablar ante las cámaras a nombre de la manifestación. Sin
embargo, para los canales se trata de una manifestación como otra
cualquiera. Grande, sí, pero igual a otra cualquiera. No saben
valorar el hecho, inédito en la historia de nuestra democracia,
de que esa multitud se ha autoconvocado.

A esas 20.000 o más personas no las llamó ninguno de los habitúes
de los estudios de TV. Ni el alcalde ni el prefecto, ni el de la
colita ni los Rugrats 25, como les dicen. Se llamaron solos. Pero
cuando llegan los reporteros a la Shyris, lo primero que hacen es
buscar al alcalde o al prefecto (que no están), al de la colita o
a Blasquito, al coronel Hernández o a los Ciudadanos por la
democracia.

En lugar de contar la historia de cómo ellos no tienen nada que ver
con el asunto o, en todo caso, no más que cualquier otro. Y luego
quedan encandilados con boberías, como el reventón de los globos
del jueves, suceso absolutamente marginal que recibió cobertura
especial en todos lados, qué bonito, qué creativo.

Pero del condumio, nada: por qué esos 20.000 están ahí; cuánta
determinación se contiene en una auto convocatoria tan masiva;
cómo todo esto es determinante para el país. Para todo el país.
Los cacerolazos de Quito son más significativos que la marcha
blanca, la marcha de la capital y la marcha de Abdalá juntas.
Si no por sus dimensiones, sí por sunaturaleza. Pero la TV no
puede verlo. Y el país tampoco, por su culpa.

Saludos cordiales,
Roberto Aguilar.

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